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miércoles, 14 de febrero de 2007

INMERSIONES EN AGUA DULCE


Inmersión en agua dulce

Texto y Fotos: Alejandro Carra

El sonido de la respiración, la sensación de ingravidez y la visión aumentada por el efecto de la refracción de la luz hacen que la noción del tiempo desaparezca

La inmersión con botellas en “aguas dulces” es quizás la actividad más reciente de todas las que podemos practicar en un río, o en una laguna natural. El material y las técnicas empleadas son en cualquier caso las mismas que en el submarinismo en aguas abiertas, pero cambiando el fondo marino por las pozas profundas y de aguas transparentes; detalle que es importante si no queremos que la turbulencia nos impida ver más allá de nuestras narices. Si, además, evitamos las inmersiones en los días posteriores a las tormentas, cuando la crecida de las aguas remueve los limos del lecho del río, entonces podremos disfrutar de una curiosa jornada y de una aún más interesante visión del río, o de la laguna, esta vez desde su parte más íntima.

Lo primero que llama la atención al sumergirse –si lo hacemos antes de que lleguen los rigores del verano– es que el agua está mucho más fría de lo que pareciera desde la orilla, lo segundo que estabilizarse en el interior de una corriente fluvial no es nada fácil y lo tercero que las menores dimensiones del entorno, mucho más angosto y menos profundo, despejan otro tipo de incómodas sensaciones. Aquí está todo más cercano, y eso ayuda en el primer “vuelo”. Al igual que en las aguas abiertas, el sonido de la respiración, la sensación de ingravidez y la visión aumentada por el efecto de la refracción de la luz hacen que la noción del tiempo desaparezca. Superada esa primera torpeza para estabilizarse en la corriente, el río muestra su parte más desconocida y atractiva, y además nos permitirá hacerlo durante más tiempo por las menores profundidades a las que se bucea, que aún así no son despreciables.

Las inmersiones suelen realizarse en torno a los 10-14 metros y en las zonas más abiertas es posible que se encuentren pecios de pequeñas embarcaciones, auténticos bosques sumergidos o cuevas que, en cualquier caso, mejor las observamos desde fuera si no somos expertos buceadores. Cuidadito con los excesos de confianza y creernos parte de la tripulación del Calypso del capitán Cousteau, que los errores debajo del agua se pagan caros, indistintamente de lo salado del líquido elemento o de la grandiosidad del entorno en el que se bucee; de lo que se trata es de disfrutar de una nueva visión de un desconocido mundo de sombras y siluetas absolutamente inimaginable desde el exterior y no de darnos el susto de nuestras vidas. Lo suyo es maravillarse con las pozas de fondo arenoso horadadas en la roca durante siglos por el discurrir de las aguas y deslizarse por los estrechos y largos corredores que las comunican, dejando las “investigaciones subacuáticas” para los profesionales, que nosotros bastante tenemos con no engancharnos con las algas y raíces de los árboles que serpentean por las paredes de la ribera o con darle la tabarra a bogas, truchas, cangrejos de río o los solitarios lucios dentudos y malhumorados.

Si no tiene experiencia, ni titulación adecuada, lo idóneo es apuntarse a un bautismo de buceo, en el que le darán un cursillo con instructor, en la orilla, enseñándole las técnicas básicas de empleo de los equipos autónomos, flotabilidad y respiración, para luego pasar a la inmersión propiamente dicha. En total, unas dos horas de actividad. Y para los que ya saben, algo conocido pero en un entorno distinto, no lo descartéis.

Inmersiones seguras en las Lagunas de Ruidera y Parque Natural del Alto Tajo
Centro de buceo y aventura Ruidera Tfno: 610 048 121
www.ruiderabike.com

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